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Bale para creer

Bale anota ante el Al Jazira | Foto: realmadrid.com

El madridismo vaga por un camino de rosas donde a cada paso que da no sabe si disfrutará del suave olor primaveral o se clavará una espina escondida. El poder de lo imprevisible lo llaman. Así es el Real Madrid: inesperado por naturaleza, capaz de decepcionar y a la vez satisfacer en cada cita. Como el mismo amor.

Una escuadra engalanada con la pureza del blanco medía fuerzas ante un Real Madrid ataviado en tela oscura como el gigante mundial en el que Zidane lo ha convertido. La confusión madridista, acrecentada por la antología de la actuación del guardameta rival, abrió la caja de oportunidades del Al Jazira, que confío su juego a la espontaneidad de una figura cuyo alias recordaba a una leyenda brasileña mezclada con el sufijo –inho. Otra vez el Madrid cayó en la peligrosa y habitual tentación de desvanecerse por poesía y cedió. Un espacio, un remate y un gol.

[Sumario]

Las redes sociales, como buenas y agitadas fuentes de debate sin razonamiento, apuntaban a una debacle segura. Ya carecía de valor la reciente goleada ante un equipo que disputa la máxima competición europea del balompié. Cada acción era válida de una crítica casi obligada. Más si sobre el césped de Dubai deambulaba un desorbitado Benzema que no entiende de rival para seguir con su manía de enamorar únicamente a su entrenador a base de garrafales fallos. Nadie podía girar el argumento de un partido abocado al fracaso. Y menos Bale, que nunca logra escapar de una telaraña de lesiones cada vez más densa.

El galés tiró de la faceta del Real Madrid que más adicción crea entre sus adeptos: la acción súbita. Quizás recordó fugazmente aquella galopada en la banda de Mestalla que dejó boquiabierto hasta al menos conocedor de este deporte para tener acierto en el golpeo. Lo cierto es que su figura ha sido, al menos por un instante, revalorizada de nuevo. Nunca sabremos qué hubiera pasado en una prórroga ante un equipo derrochador de motivación por estar jugando el partido más importante de su vida. Bale salvó al madridismo. Ha apagado el fuego con una jugada. El madridista duerme sosegado, pero sabe que volverá a la senda del sufrimiento en el próximo partido hasta que aparezca otra figura que arranque las complejidades de cuajo.

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