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Menospreciarte es lo políticamente correcto

Charles Leclerc, minutos antes de comenzar la carrera de China.

Desde el anunciado fichaje de Leclerc por Ferrari, la sobreprotección a Vettel desde diversos sectores ha sido cada vez más llamativa. A cada error del alemán, analistas, periodistas y fans marcaban líneas rojas reclamando galones eternos para un piloto “que no tiene cuatro títulos por casualidad”. Curiosamente, hemos visto esta corriente en España, nación de alonsistas resentidos, donde sin embargo el sentido común cae en el saco roto de lo políticamente correcto con frecuencia y, ni siquiera unas evidencias claras, pueden hacer variar un veredicto. ¿Alguien puede negar que Leclerc esté ahora mismo mejor que Vettel? Tres carreras y tres órdenes de equipo para frenar al monegasco así lo demuestran.

Sin dichas órdenes, el joven piloto de Ferrari habría sumado un cuarto puesto en Australia y un podio más en este Gran Premio de China… pero el precio era demasiado caro. Que este Vettel en horas bajas llegara a Azerbaiyán aún sin podios en su casillero no era lo correcto. Por eso, todos los esfuerzos de Ferrari en la carrera 1000 se centraron en colocar a Vettel entre los tres primeros, a pesar de que Leclerc le hubiera robado la cartera en la salida y que incluso Verstappen le disputara la frenada de la recta de atrás con un coche claramente inferior. El resultado no podía ser otro… y nadie iba a rechistar, porque para mucha gente ese final era el más apropiado. Esa vuelta 11 en la que se producía el intercambio de posiciones otorgaba justicia. El coche más rápido estaba delante y los Mercedes “tan solo” estaban a 11 segundos.

La realidad es que esta decisión solo sirvió para sacarle los colores a un Sebastian que no solo no se pudo escapar, sino que evidenció con pasadas de frenada y pequeñas salidas de pista que nunca ha experimentado una presión como la actual. Pero la orden de equipo no solo iba a servir para brindarle un podio al piloto herido. Red Bull veía la ocasión de pescar en río revuelto y, a partir de aquí, la carrera de Leclerc se convertía en un absoluto galimatías de decisiones desafortunadas. En el primer paso por boxes, Vettel gozaba de prioridad, dejando a los pies de los caballos al monegasco, que paraba tan solo unas vueltas más tarde, sin posibilidad siquiera de variar el esquema de su estrategia e intentar algo diferente. De hecho, cuando tuvo esa posibilidad, arriesgándose a ahorrarse un segundo pit stop para defenderse con neumáticos duros, Ferrari le mandó parar, cortando de raíz sus últimas esperanzas de poder superar a Verstappen.

Afortunadamente, ante los oídos sordos de unos, otros agudizan sus sentidos. En la prensa italiana, el “maricomplejinismo” de Binotto no pasa desapercibido y ya se reclama un trato favorable a Charles para que tenga de una vez por todas la posibilidad de maximizar sus resultados. Ni Vettel ni Leclerc podrán responder al dominio de un Mercedes intratable, pero Ferrari sí tiene en su mano dejar de hacer el ridículo escapando de este circo permanente en el que el intervencionismo puede ser peor que la libertad competitiva de sus pilotos. Lo han comprobado en China, donde todo el mundo ha quedado ojiplático y solo unos pocos han celebrado tímidamente el primer podio de la temporada de Sebastian Vettel. Un gran hito para recordar con nostalgia la carrera de las 1000 órdenes de Ferrari.

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