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“Autorretrato de otro”. La obra de Tetsuya Ishida en el Museo Reina Sofía

Tetsuya Ishida, Kiro [Viaje de regreso], 2003. Acrílico y óleo sobre lienzo, 45,5 x 38 cm. Colección particular, fotografía: Takemi Art Photos, cortesía Kyuryudo Art Publishing Co., Ltd.

El artista japonés Tetsuya Ishida ( Yaizu, Shizuoka, 1973 – Tokio, 2005) analiza mediante su pintura la desolación de la sociedad japonesa. Una sociedad alterada de forma radical por el desarrollo tecnológico y por las sucesivas crisis económicas y políticas a escala planetaria. Centra su mirada en el rostro del sujeto contemporáneo e indaga en la desolación e incertidumbre de su actual situación. Retrata con precisión descriptiva el estado de ánimo de su generación, marcada por el estallido de la burbuja financiera e inmobiliaria y los despidos masivos que en 1991 sumieron a Japón en una profunda crisis.

Con un estilo personal que evoca constantemente la distopía, Tetsuyo Ishida ha forjado durante diez años un corpus de trabajo centrado en la incomunicación y la alienación del ser humano en un mundo dominado por fuerzas incontrolables. Utiliza la imaginería ya recurrente del escolar/oficinista que le sirve para promover una crítica tenaz de los sistemas educativos y laborales regidos por crueles imperativos de productividad y competitividad.

Recuerda al mítico relato de Kafka en sus estudios de la metamorfosis del cuerpo humano fusionándolo con ciertas especies de insectos, dispositivos tecnológicos o medios de transporte. La claustrofobia es una de sus señas de identidad. Utilizada con precisión pavorosa para atrapar físicamente figuras humanas en agujeros y construcciones o formando parte de cadenas de montaje, como en un re-make pictórico de "Tiempos Modernos".

La búsqueda de identidad es uno de los temas recurrentes del arte y la literatura contemporáneos. Ishida entronca esta búsqueda vital con la vuelta a la infancia y a un componente escatológico reprimido. Evoca la magia perdida de los parques de atracciones y la tristeza que invade terrenos baldíos, que sirven de telón de fondo para narrar una apatía social que ha sucumbido a la maquinaria financiera y al consumo como vicio y no como necesidad.

Su temprana muerte por un posible suicidio a la edad de 32 años, le otorga a su obra un sentido trágico muy cercano a la claustrofobia, la angustia y la transformación  que trataba en sus cuadros.

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