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Una monja japonesa, imputada por abuso sexual a niños sordomudos

La monja Kosaka Kumiko.

Parece un cuento de terror pero no lo es. Kosaka Kumiko, una monja católica de origen japonés, ha sido imputada por la Fiscalía de participar en el caso del instituto Antonio Próvolo, donde varios sacerdotes (el octogenario Nicolás Corradi y Horacio Corbacho, de 56 años) han sido acusados de abusos sexuales a menores.

La monja japonesa está acusada “por omisión” de delito de abuso sexual con “acceso carnal gravemente ultrajante agravado”.

Todo salió a la luz en 2016 cuando una adolescente, que actualmente tiene 17 años, acusó a Corbacho de haber abusado de él cuando tenía cinco años. Además, acusó también a la monja de ocultar el delito. “fue quien le puso el pañal tras la violación que sufrió, ocultando y teniendo conocimiento de que había sido violada, lo cual le hace cómplice primario del delito de abuso”.

Conmoción en la comunidad educativa

Kosaka Kumiko llegó al Próvolo en el año 2007 y estuvo allí varios años, en los que pasó por diferentes centros. En diferentes registros que se han hecho al instituto se han encontrado videos pornográficos y grandes cantidades de dinero.

Kumiko era la “entregadora” y en su declaración ha negado todos los hechos. La japonesa estuvo un mes prófuga y se acabó entregando en Buenos Aires. Le llamaban “la mala” o la “entregadora” porque no solo participaba activamente en los abusos sino que los maltrataba pegándoles para así, detectar a los niños más sumisos y fáciles de abusar de ellos. También es acusada de filmar a niños mientras se bañaban, hacerlos ver pornografía e incitarlos a que se manoseen entre ellos.

Detención

La monja declaró durante alrededor de diez horas y en todo momento dijo ser inocente. Después, fue enviada a la unidad penitenciaria de Agua de las Avispas, confirmó Eduardo Orellana, director del Servicio Penitenciario. En la cárcel tendrá custodia permanente. La defensa ya pidió el beneficio de la prisión domiciliaria.

En su declaración, Kumiko dijo: “Yo no les creo a las víctimas porque en Mendoza hay un boom de denuncias a monjas y sacerdotes, es una moda”.

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