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La piedra en el zapato de Josep Borrell

Sebastian y Borrell, en un momento de la entrevista

Tim Sebastian (Londres, 1952) tiene el culo pelado. Literalmente. Entre otros medios, ha trabajado en Reuters y en la BBC, ha sido corresponsal en Moscú y en Washington, ha entrevistado a Bill Clinton, Donald Trump, Jimmy Carter, Desmond Tutu y Mijail Gorbachov. En la actualidad, conduce un espacio en la cadena internacional alemana Deutsche Welle. Con estos antecedentes, ¿ninguno de esos asesores que cobran 60 euros anuales le advirtió al ministro Josep Borrell dónde se metía?

‘Conflict Zone’. Con ese nombre tan bélico, queda claro que el programa no se lo pone fácil a sus invitados. El periodista procura y, a ciencia cierta lo consigue, alejarse de lo que conocemos como entrevista ‘amable’, y se empeña en realizar preguntas incómodas y directas a la línea de flotación del protagonista. Sebastian no hace prisioneros.

[Sumario]

En el espacio emitido ayer, se abordó el tema catalán de manera muy diferente a lo que estamos acostumbrados, es decir, desde la posición de neutralidad que otorga la condición de mero observador externo del comunicador británico y, por tanto, sin intereses que no van más allá de los puramente periodísticos. Cuando cuestionó la idoneidad de la prisión preventiva desde un punto de vista ético, Borrell se puso a la defensiva y amenazó con marcharse: “Usted no me está interrogando, me está entrevistando. Haga las preguntas correctas y déjeme hablar”, le espetó. Un político representante de un partido supuestamente progresista diciéndole a un periodista lo que tiene que preguntar. ¿A qué nos suena esto?

La entrevista continuó hasta que Sebastian, que ya había olido la sangre, afirmó que, según el CIS, el 70% de los españoles quieren una reforma de la Constitución. En ese punto, Borrell cumplió su amenaza y abandonó el plató. Pero solo unos minutos. El tiempo que tardaron esos asesores tan caros en convencer al ministro de que había metido la pata y que retomara la conversación. Sin embargo, lejos de calmarse las cosas, la tensión continuó hasta el final, e incluso Borrell llamó mentiroso a Sebastian.

La falta de costumbre. Ese, sin duda, es el motivo principal para que un político tan veterano y experto como Borrell pierda los papeles cuando su interlocutor no está preocupado por quién tiene sentado enfrente, ni por si sus superiores reciben una llamada de desaprobación. Tim Sebastian no tiene nada que perder, y ahí radica la clave de su éxito. No prepara encerronas, sino que formula preguntas incómodas. Aquellas cuyas respuestas desea conocer el público. Si el ministro quiere que se lo pongan fácil, la próxima vez debería “ir a divertirse a El Hormiguero”, o bien, visitar la finca de Bertín Osborne.

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