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Casado intenta retener la ola de Vox

El presidente del PP, Pablo Casado, junto a su candidato, Alejandro Fernández, en el cierre de campaña electoral | PP

El presidente del PP, Pablo Casado, no deja de apagar fuegos en el seno del partido. Si este verano la polémica se situó a su derecha, con Cayetana Álvarez de Toledo como portavoz díscola del Grupo Parlamentario Popular en el Congreso de los Diputados, ahora es el papel que jugará en Cataluña tras las elecciones autonómicas celebradas este 14 de febrero. Alejandro Fernández no parece que modifique los resultados, muy modestos, del partido en cuanto a representación parlamentaria en la cámara catalana. 

Casado afronta la batalla del sorpasso de Vox. Ya lo evitó en las elecciones generales de abril y noviembre de 2019, pero sería especialmente significativo que en una sociedad tan polarizada como la catalana la derecha ultraconservadora obtuviera más votos y escaños que la fuerza conservadora tradicional. Sería una desautorización explícita de la ciudadanía a la estrategia de Pablo Casado, que desde hace meses está intentando aglutinar ya no solo al antiguo votante del PP descontento con la gestión de Mariano Rajoy y ahora bajo al sombra de Vox, sino también a aquellos votantes de un Ciudadanos en descomposición e incluso de aquellos votantes más de centro del PSOE, asustados por los acuerdos de gobierno con Unidas Podemos. 

El líder de Génova 13 rompió con Vox y con su líder, Santiago Abascal, en octubre de 2020, durante la fallida moción de censura al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. “No somos como usted porque no queremos ser como usted”, le subrayó Casado al líder ultra. Estas palabras y, en su conjunto, todo el discurso no solo fueron aplaudidos por la bancada popular, sino también por la parte del Gobierno. El vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, llegó a decir que el de Casado había sido “un discurso brillante”. Fue un duro varapalo para la bancada ultra, que permaneció callada y perdida durante todo el debate de la moción al líder socialista. La herramienta que utilizó el partido de Abascal para intentar socavar al Ejecutivo al final tuvo un “efecto boomerang”: la cámara se centró en atacar a los ultras por someter a un par de sesiones al Congreso de los Diputados en plena segunda ola de la pandemia. 

Vox pareció estar fuera de juego, pero se ha recuperado rápidamente. Tanto Abascal como su candidato, Ignacio Garriga, se han volcado en la campaña catalana conscientes de lo que supondría tener más representación que su principal rival dentro del mismo espectro político. Casado sabe cuáles son las intenciones de aquel que un día fuera miembro del gabinete de Esperanza Aguirre y, por lo tanto, hay cierto nerviosismo en Génova 13. Ven difícil, aunque no imposible, que Vox les adelante en las elecciones, una realidad difícil de explicar de cara a la opinión pública. El propio liderazgo de Casado estaría en juego, así como la estrategia de la dirección al completo. Saben que la ola de Vox puede ser furibunda, y solo esperan que Casado sepa sortear o, al menos, surfear correctamente sobre ese tsunami. De ello depende el futuro del principal partido de la oposición. 

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