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La oratoria política española recibe un suspenso

Nuestros políticos suspenden el examen de oratoria

Desde hace muchos años, estamos inmersos en un bochornoso y poco ejemplarizante nivel en lo referido a capacidad oratoria. España, y particularmente su estamento político, ocupa los últimos puestos en calidad dialéctica y comunicativa, y este es un estadio en el que no parece haber tendencias favorables. El suspenso es generalizado en la política española, y lo es a nivel municipal, regional, nacional e incluso trasciende las fronteras estatales para sonrojarnos con suspensos también en la principal Cámara europea. Esto es lo que se desprende de un amplio estudio de consultoría en oratoria realizado por la entidad ComunicaTe S.I., especializada en el campo de la comunicación y la captación y desarrollo del talento. Este trabajo de análisis es muy amplio e incluye también los perfiles de algunos líderes políticos de comunidades autónomas y municipios españoles.

 Los principales ejes a evaluados son los siguientes:

– Oratoria escrita: discursos, artículos y opiniones en prensa escrita, etc.

– Oratoria presencial: Actos en los que hay que dirigirse a un público (verbal, gestual…)

– Oratoria digital: manejo y gestión de las Redes Sociales.

Por lo general, y salvando contadas y honrosas excepciones, el político español tiene un concepto referido a la oratoria, más próximo al verdulero gramatical, que al sentido práctico y sincero de la dialéctica. Expresándolo de otro modo, los políticos españoles serían buenos pregoneros de fiestas barriobajeras. Y es que aterrizar en un puesto de tal envergadura no lleva implícita la correcta oratoria, ni aparece mediante ciencia infusa la capacidad de comunicación perfectamente vertebrada.

Los principales males que adolecen en este terreno, son originados principalmente por los siguientes puntos negros o también llamados “Niveles Poff”:

– Falta de cultura gramatical.

– Carencia del hábito en la lectura.

– Exceso/falta de confianza.

– Soberbia desmedida.

– Desconocimiento del tema referido.

Si nuestra curiosidad o capacidad ligada al morbo nos pide conocer el nombre de algunos oradores políticos en España, podemos citar ejemplos conocidos, dejando al margen en este particular asunto, el nombre de políticos más locales por no ser conocidos por la mayoría de lectores.

Pedro Sánchez

Claro ejemplo de que la oratoria va más allá de recurrentes gestos de complicidad y cercanía. El buen orador sabe medir los tiempos y las emociones de lo expresado, y el señor Sánchez suspende con rotundidad esta asignatura. Nunca un examen oral de literatura bachiller, debe nivelarse con el status de la oratoria política de primer orden.

Pablo Casado

Como orador es ejemplo de marcadas y estigmatizadas carencias. Su don de palabra se muestra poco convincente, con una alta carga de soberbia e incluso con un tono monótono y cansino. Su oratoria gestual no es del todo incorrecta, aunque descuidando notablemente los gestos faciales y la retentiva de la mirada. En lo referido a la oratoria digital, simplemente apuntaría que tiene un aprobado raso, falto de un asesor en este campo.

Albert Rivera

Quizá uno de los políticos que mejor utiliza la palabra para comunicar, o al menos sus niveles de plasticidad en la oratoria están mejor posicionado que la mayoría de sus compañeros políticos. Adolece de tener una buena base gestual, y su oratoria digital aún siendo la adecuada, necesita tener mejor definida la intencionalidad real del mensaje.

Pablo Iglesias

Excesiva arrogancia en la forma de apuntalar la oratoria, tanto a nivel presencial, como escrito y digital. El político no debe descuidar nunca la calidad de su oratoria, acompañándola de una adecuada higiene esquemática del mensaje, y también presencial.

Santiago Abascal

Su nivel de oratoria verbal podríamos catalogarlo en niveles intermedios, principalmente devaluado por la percepción –quizás falsa- de ser encajado por el oyente/receptor como excesivamente áspero. En cambio esa aspereza dialéctica juega a su favor en los soportes digitales, donde puede presumir de sintetizar su mensaje y haciéndolo efectivo.

Por no alargar este texto, me gustaría acabar con una frase que se viste sin paños calientes:

Los políticos españoles, y de forma generalizada,  adolecen de capacidad oratoria efectiva, lamentablemente en muchos casos, por carecer también del intelecto necesario para conocer el significado de la palabra oratoria.

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