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‘Jackie’, la excelencia de Natalie Portman

Cartel de 'Jackie'

Es difícil discutir, pese a que tiene bastantes aciertos en otros terrenos, que Jackie es una película pensada para que Natalie Portman alcance la excelencia. La actriz de Cisne negro, la trilogía de precuelas de Star Wars o El profesional es una intérprete bestial, y el retrato que compone de Jackie Kennedy durante poco más de 100 minutos es apabullante. Con diferencia, lo mejor que puede ofrecer este filme dirigido por el chileno Pablo Larraín, que apuesta por su preciosismo habitual en muchos aspectos pero que no consigue definir con precisión lo que pretende con esta cinta. Probablemente por su montaje, que mezcla cuatro momentos temporales distintos pero se centra sobre todo en los días posteriores al asesinato de John Fitzgerald Kennedy, es difícil entrar en cada una de las secuencias que plantea.
La película, por tanto, se mueve en una desigualdad inquietante. No termina de quedar claro si lo que busca Larraín es que predomine lo que Jackie Kennedy aportó a la tradición de las primeras damas, que es lo que se cuenta en ese documental que recrea con los cambios que hizo en la Casa Blanca; si por el contrario es una historia de sufrimiento personal, que es lo que se ve con precisión en la gestión del funeral de JFK y el traspaso de poder; si pretende ser un acto de justicia hacia una figura a ratos maltratada, que parece ser el tema central de la entrevista que concede Jackie y que sirve de hilo conductor; o si es un debate sobre la vida y la fe, que es lo que aporta su conversación con el cura interpretado por el recientemente fallecido John Hurt. Sin saber si Larraín quiere glorificar, mostrar o compadecer a su protagonista es difícil saber cuál es el grado de acierto de la película más allá de lo que vemos, un preciosismo formal intenso y una actriz protagonista descomunal.

Dicho esto, es bastante obvio que, Natalie Portman aparte, lo que destaca en la película es el envoltorio. La solemnidad con la que Larraín es capaz de acercarse a un hecho histórico de capital importancia para los Estados Unidos del siglo XX, su espléndida fotografía que consigue efectos formidables, sobre todo en el tramo final, el vestuario nominado al Oscar de Madeline Fontaine o la banda sonora de un acertado Mica Levy. Jackie, por eso, parece quedarse entre dos aguas. Es una película que merece la pena ver por muchos aspectos, pero al mismo tiempo no parece una que acierte en el planteamiento de su montaje, que no siempre obedece a razones narrativas claras a la hora de mezclar esos cuatro escenarios ya mencionados. Pero es una película a recordar porque lo que hace Natalie Portman va a ser la versión cinematográfica definitiva de Jackie Kennedy para mucho tiempo. Ese es el deleite que ofrece la película, y lo que hace que sea sorprendente que esta figura histórica no haya tenido hasta ahora un relato centrado en ella.

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