Miguel Castillo es un hombre de 80 años que estudia el grado de Historia en la Universidad de Valencia. Al estar en el tercer año de la carrera tiene que irse de Erasmus; le ha tocado Verona, en Italia. Todo sus compañeros, mucho más jóvenes que él, le felicitan por esta oportunidad de irse.
Es un hombre jubilado, notario de profesión, con tres hijas y siete nietos. El octogenario pidió la beca para irse a otra universidad del Proyecto Erasmus. Fue antes de que sufriera un infarto, que forzó a ponerle un cuádruple bypass. “Al poco de recuperarme, me dije: ‘Me gustaría hacer algo que no fuera lo clásico del jubilado de sestear. La Historia siempre me ha llamado la atención, me interesa toda la materia, aunque sobre todo la contemporánea”.
Dice que se siente muy acogido por sus compañeros. Incluso uno le preguntó lo siguiente: “¿Cómo te has lanzado? Yo lo pensé y ¿sabes por qué no lo hice? Porque me dio vergüenza ir a secretaria a preguntar”.
Es un alumno modelo, pues aprueba todo lo que sus nietos le permiten. Asegura que le van a echar de menos, pero que se sienten orgullosos de que “el abuelo tenga afán de estudio y superación”.
En el viaje a Verona le acompañará su mujer, una enfermera jubilada con la que se casó hace cinco años por segunda vez, y vivirán juntos en un apartamento. “Compartir la fiesta del pijama en el colegio mayor sería un poco raro a nuestra edad”.
Miguel Castillo nació en 1937 en el valenciano pueblo de Llíria, en el seno de una familia de agricultores. Tras comprobar que el campo no era su mundo, decidió meterse en Derecho, que lo compaginó con su gusto por la música.