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Tarradellas, mont honorable president en el exilio

El conseller de la Generalitat durante la guerra fue elegido president del Govern en el año 1959.

“Ja sóc aquí!”, anunciaba Josep Tarradellas en la plaza de Sant Jaume ante miles de ciudadanos eufóricos un 23 de octubre de 1977. El president que volvía del exilio a sus 78 años, ha quedado en la memoria porque su regreso significó la continuidad institucional de la Generalitat, el único que aceptó Adolfo Suárez. Un ejemplo de las contradicciones y dificultades de la Transición Española.

El conseller de la Generalitat durante la guerra, Tarradellas, fue elegido president del Govern en el año 1959, durante su exilio, y fue garante de su legalidad en los veinte años que estuvo al frente, hasta 1980. Encerrado en un caserón francés de Saint-Martin-le-Beau, cerca de Orleans, no quiso formar ningún gobierno en el exilio. Receloso ante los movimientos de masas, sus relaciones con los partidos fueron difíciles, en especial con el PSUC y CDC. Duro, firme y educado. Tarradellas poseía de cuanta información deseara de lo que acontecía en España.

Nadie lo recuerda en el pueblecito francés de 2 habitantes, pero sí han oído hablar de él como alguien misterioso y porque le han puesto una placa en su honor. Apenas salía de casa, le bastaba pasear por la finca, pero al final la enfermedad también le impidió pasear por las hectáreas donde estaba retirado. En esa gran casa había dos niños, Josep, el mayor, y Montserrat, la menor, con síndrome de Down. La esposa se llamaba Antonieta Macià. Y el ambiente era algo siniestro: frío, humedad, poca luz.

PUNTO DE INFLEXIÓN

Hotel Thabor, París. Miércoles 22 de junio de 1977. “+Monsieur Tarradellas?-Oui, c’est moi.+Monsieur Sentís au téléphone”, esa fue la conversación con la que comenzaba el periplo de su vuelta a Madrid. Aquella misma tarde, desde el palacio de la Moncloa, el presidente del gobierno Adolfo Suárez le había autorizado a preparar el viaje de Tarradellas.

Aquella noche Tarradellas estaba hambriento. Cenó Jamón, entrecot y dos cervezas. Apenas había probado bocado desde que había salido de Saínt-Martin-le-Beau. Sentís le había llamado desde Madrid, después de que el 15 de junio los partidos de izquierda hubieran ganado las elecciones en Catalunya. Así, se ponía en marcha la operación Tarradellas.

Pero fue en los años 60′ cuando había empezado a cambiar la circunstancia para el president. Josep Pla, escritor y periodista español, viajó al Mosny publicó un artículo sobre un tal Alberto, el nombre de Tarradellas en el exilio. Y desde entonces se escribían con frecuencia. Incluso asentadas en el régimen de Franco, como el banquero Domingo Valls Taberner entre otros, solían acudir periódicamente al caserón de Saint-Martin-le-Beau, convirtiéndolo como en un consejo asesor.

EL MONT HONORABLE

Ya en 1970 Tarradellas, después de haber oído sobre un banquero que estuvo en la cárcel por organizar actos catalanistas, y conocido por pagar, hacer y deshacer en la política clandestina catalana. Por su parte, Jordi Pujol estaba asombrado por la historia de un hombre que vivía en una pequeña localidad francesa perviviera la legitimidad de una Generalitat.

[Sumario]

Estudiantes, jóvenes militantes, o cualquiera que tuviera algo que ver con la causa terminaban por rendir cuenta al viejecito de Saint-Martin-le-Beau. Tarradellas solía esperar sentado en el sillón de su despacho de forma solemne, y en un tono muy formal. Le gustaba hacerse llamar como Mont Honorable. Pero cuando Franco murió, Tarradellas estaba a punto de doblar la servilleta, con su caserón rehipotecado y el rechazo abierto de Josep Benet, del PSUC, que en el 77′ se convertiría en el senador más votado de España.

Fue en la época más aperturista del franquismo cuando se salvó el anciano de Saínt-Martin-le-Beau. El año anterior, el teniente coronel Andrés Cassinello, alto mando del espionaje español, le visitó y redacto un informe favorable. Con la victoria de la izquierda catalana en las primeras elecciones de la Democracia española, el ministro Alfonso Osorio convenció a Adolfo Suárez de que Tarradellas podía ser la solución para una transición adecuada y sin ruptura con el pasado.

El 27 de junio del año 77′, Tarradellas viajaba rumbo a Madrid en el avión privado del empresario vasco Luis Olarra. En el aeropuerto le estaba esperando el ministro del Interior, Rodolfo Martín Villa, con el fin de entregarle su pasaporte. Ya en la Moncloa la historia de un giro de 360º: “+No está usted hablando con Josep Tarradellas, sino con el Molt Honorable President de la Generalitat, -Usted sólo es quien yo quiero que sea, usted no es nada”, esas fueron las palabras que se cruzaron Suárez y Tarradellas en la reunión que mantuvieron justo antes de que el president declarara a la prensa que las cosas iban muy bien.

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