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Volver a empezar

Escena de "Begin again"

Rodada en 17 días y con un presupuesto de 180 euros el director irlandés John Carney (Al límite (2001), Zonad) encandiló a crítica y público con la fantástica “Once” donde se relataba la historia de Glen un cantante en las calles de Dublín hasta que conoce a Marketa, una inmigrante checa.

Con una arrolladora banda sonora que se saldó con una merecidísima estatuilla y un documental posterior, “The swell season”, donde se recogía la gira que tras la película ofreció en la vida real la pareja, muchas eran las expectativas que había alrededor del siguiente trabajo de Carney. La espera ha concluido con un resultado altamente gratificante a todos los niveles.

A pesar de cambiar las calles de Dublín por Nueva York y contar con un presupuesto más vistoso aunque práctico, el libreto que de nuevo escribe Carney no se ha olvidado de inundarlo de unos personajes peligrosamente entrañables de los que es difícil no enamorarse a los pocos minutos. Cierto es que el contexto y situaciones carecen de originalidad aunque se suple rápidamente con unos entregado Mark Ruffalo (Los vengadores, Ahora me ves…), una estupenda Keira Knightley (Orgullo y prejuicio (2005), Jack Ryan: Operación sombra) cortada por un patrón que le viene al dedo, Hailee Steinfeld (Valor de ley (2010), El juego de Ender) y Catherine Keener (Sobran las palabras, El solista), todos ellos arropados por un secundarios que ofrecen momentos tan plausibles y emotivos que seguro encandilará.

La cinta además acumula puntos en su mimado selección de tema musicales que inundan los ajustados minutos de duración, interpretados por los propios actores y de obligado visionado en su versión original. Al igual que ocurría en “Once” de nuevo la banda sonora es otro de los pilares sobre los que se apoya este delicioso título.

No quiero terminar sin mencionar el tercer elemento de obligado mención: Nueva York como escenario. Si ya conseguía en “Once” apoyado en la fotografía de Tim Fleming transmitir el aroma y atmosfera que se respiran en los bajos fondos de Dublín, ahora el director John Carney arropado por la fotografía de Yaron Orbach (Encerrada, Amor sin control) hace lo mismo con “la ciudad que nunca duerme” intentado apoyarse en localizaciones vistosa y que en cierto modo se alejan de aquellas a las que estamos normalmente acostumbrados.

Tras “Once” su director lo ha vuelto a hacer. Entregar una fantástica historia que arropado por unos personajes de los que es difícil olvidarse de ellos y a los que uno quiere volver en sucesivos visionados. Un director del que esperamos con ganas su siguiente propuesta.

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