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La bruja agorera que vivía en la calle Núñez de Arce

María Mola , la bruja agorera que vivía en la calle Núñez de Arce (Madrid)

Hoy, al pasear por la madrileña calle Núñez de Arce  nadie se acuerda de María Mola. Sin embargo, allá por el siglo XV, los vecinos de la ciudad evitaban a cualquier precio pasar por este rincón para evitar toparse con la que era conocida como "la bruja agorera".

María Mola llegó a Madrid procedente de Burgos. Allí, había sido acusada de brujería, por lo que el escarnio público y el destierro habían hecho que acabara dando con sus huesos en la que sería Villa y Corte años después. 

Sin embargo, el haber portado el sambenito no importó a la mujer, que en Madrid siguió dedicándose a las artes adivinatorias. Asentada en una casa en la calle Núñez de Arce,que había pertenecido a un judío, desde allí daba comestibles a aquel que se acercara, bajo la promesa de que encontraría el amor o para conocer el futuro.

El negocio de María Mola, que comenzaba a ser conocida como "La Agorera", no duró mucho. Un fraile franciscano se presentó en su casa diciendo que un monje le había recomendado acudir a ella para para saber qué le iba a deparar el futuro. Esta le dijo que iba a tener una extraña visión que le aterraría durante aquella noche. Dicho y hecho: durante la madrugada, al fraile franciscano se le presentó una sombra en la oscuridad que él mismo interpretó como el Diablo.

Aterrado, puso en conocimiento de las autoridades lo sucedido y en la declaración de lo sucedido dio el nombre de "La Agorera". No tardaron en prender e interrogar a María Mola, que confesó que en realidad aquella sombra había sido una lechuza que ella mismo había soltado para cumplir el vaticinio que había hecho a aquel fraile.

Viendo que tenía antecedentes de brujería, la Inquisición la entregó al brazo secular, que la condenó a morir ahorcada. En el momento de su ejecución pública, muchos madrileños arrojaron piedras, los mismos que hace pocos días creían en sus engaños.

Con el paso del tiempo, la bruja agorera se convirtió en leyenda y la calle donde vivía era conocida como "la de La Agorera", pues se decía que cada noche su espíritu vagaba por allí. Esta denominación duró hasta que en 1904 se cambió por el nombre actual.

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