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El guerrillero renegado del islam que hizo temblar a todo Al-Ándalus

Omar Ben Hafsún

En el año 850, nacía Omar Ben Hafsún en Parauta, ahora un pequeño pueblo de la provincia de Málaga. El pequeño nació en el seno de una familia muladí (aquellos cristianos que se habían convertido al islam), comunidad que no vivía sus mejores épocas dentro de Al-Ándalus. Los impuestos y la intolerancia se cebaban con los muladís, y estos se echaban a las montañas de la serranía de Ronda y por Extremadura como si de maquis se tratara. En este ambiente creció Omar Ben Hafsún, del que nadie se esperaba que iba a iniciar una rebelión en todo el emirato de Córdoba que haría tambalear a todo una dinastía Omeya.

Con 24 años, Omar abandonó su casa para unirse a la causa. Escondido en las montañas malagueñas, no dudaba en asaltar a todo aquel que se interpusiera en su camino. Durante estos años tuvo que ver los atropellos que sufría su familia solo por ser muladís, como el robo de ganado a sus abuelos, o ser azotado al ser acusado de bandido. Omar Ben Hafsún, guiado por los aires de rebelión, decidió instalarse en un castillo en ruinas junto a otros que simpatizaban con él; una fortificación que se convertiría en inexpugnable: el castillo de Borbastro.

Ben Hafsún se declaró en rebeldía y comenzaron a unirse a su lucha muladíes, mozárabes y todo aquel descontento con el emir de Córdoba, Mohamed I. Tras varios perdones y menosprecios del emir y su hijo Al Mundir, el guerrillero dio un paso más en su rebelión, y desde Borbastro inició una insurrección que se extendió por todo Al-Ándalus.

Sus seguidores conformaron un grupo de rebeldes que tomaron plazas como Osuna, Estepa, Écija o Baena; consiguieron hacerse con el control de toda la Subbética y las tropas comenzaron a acercarse a la capital de Córdoba.

Omar Ben Hafsún llegó a dominar enteras las provincias de Málaga, Granada y Jaén y llegó a tener buenas relaciones con Badajoz y Zaragoza. Es en su cenit cuando toma una decisión que marcará su vida: se convierte al cristianismo en Borbastro y se bautiza bajo el nombre de Samuel.

Todos sus partidarios siguieron al que era su caudillo. La amenaza para el emirato había aumentado en demasía, por lo que el nuevo califa Abderramán III no dudó en pedir refuerzos en el norte de África y de Damasco. Borbastro comenzó a ser atacada indiscriminadamente, y aunque conseguían resistir, las fuerzas fueron disminuyendo. 

Omar Ben Hafsún murió en el año 917 en Borbastro sin haber cesado en su lucha. Fue enterrado de forma cristiana y la insurrección la continuó su hijo Suleiman, la cual duraría once años más. Finalmente fue reprimida, finalizando un desafío que duró décadas y que puso contra las cuerdas a todo Al-Ándalus.

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