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Los fantasmas de la autoficción

La conversación entre Delphine y Elle vertebra el film. Fuente: IMDb

Cuando escribimos, la ficción termina por versar, de una u otra manera, sobre nosotros mismos. Podríamos llegar a asegurar que, en cierto modo, la ficción pura no termina de existir como tal. Tal vez por eso vivamos los tiempos de la literatura de autoficción. O de su autoconsciencia. Nos estudiamos, nos analizamos, nos confrontamos con nuestros miedos y anhelos a través de las letras. Una de las voces contemporáneas que más se han hurgado a sí mismas en su literatura es Delphine de Vigan, narradora que exorciza sus demonios en novelas como No y yo (Suma de Letras, 2009), Nada se opone a la noche (Anagrama, 2012), Días sin hambre (Anagrama, 2013) o Basada en hechos reales (Anagrama, 2016), la obra que sirve como material de base para la adaptación de Roman Polanski.

El veterano cineasta dirige una historia de fantasmas contemporáneos que ahonda en el proceso creativo y sus crisis, el miedo al folio en blanco o la obsesión de y con las musas. Basada en hechos reales comienza con la irrupción de Elle (fascinante, como siempre, Eva Green) en una firma de libros de Delphine (Emmanuelle Seigner). La concepción de la secuencia es pura elegancia: el bullicio se detiene, la cámara se levanta desde el plano subjetivo de la protagonista y allí está ella (Elle), como una aparición espontánea, fantasmagórica, tan fascinante como inquietante y perturbadora. Como solo lo podría ser la misma Eva Green.

La llegada de Elle a la vida de Delphine desenterrará los miedos, las pesadillas y las resonancias de toda una vida. La inteligente idea de la puesta en escena que demuestra Polanski enclaustra casi todas las apariciones de Eva Green en estancias vacías y aisladas del mundo. Solo habla con la autora, nunca interacciona con otros personajes, y el dispositivo la fuerza a revelarse como una entidad tan real como a la vez imaginaria a fuerza de reflejos, acristalamientos y barreras naturales. ¿Se trata de una musa, un fantasma, un doble, la figuración de los miedos y anhelos de Delphine?

[Sumario]

Mientras la escritora pelea consigo misma para tratar de escribir su primera obra de ficción pura (si es que eso existe), la conversación que mantiene con su nueva amiga la obliga a mirar hacia sí mismo, su pasado (la puesta en escena de la pesadilla maternal, en blanco y negro, es deliciosa), y a cuestionarse la imagen que proyecta sobre su persona. La escritura abraza la fantasmagoría de las últimas obras de su coguionista Olivier Assayas. El terror del dispositivo móvil, el problema de los dobles o la imaginación como arma de doble filo acercan la propuesta a las celebradas Personal Shopper (Francia, 2016) y Viaje a Sils María (Francia, 2014). Sin embargo, el espíritu artístico del propio Polanski, incluso de su espectro más real, no deja de sobrevolar el metraje, que guarda reminiscencias con títulos del autor como El quimérico inquilino (1976), Repulsión (1965) o La novena puerta (1999).

Basada en hechos reales es una reflexión sobre los demonios internos y los fantasmas que nos asolan a medida que avanzan nuestros paseos. Y sobre el instante en el que emergen a la superficie. También sobre la imposibilidad de la ficción: terminamos escribiendo, siempre, sobre nosotros mismos. La autoficción devora la mentira, la invención suele ser solo un reajuste de cuentas. Una mirada que recalcula nuestra relación con los fantasmas, tan propios, por otra parte, de ese género literario memorial. Quizás por eso nos da tanto miedo mirar dentro de los armarios, por lo que allí escondemos, los fantasmas, los monstruos y las inquietudes que un día guardamos bajo llave para intentar no volver a revisitar jamás. El terror, a fin de cuentas, es solo una confrontación con nosotros mismos y nuestra multiplicidad de yoes.

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