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Coronavirus y el gobierno chino: Cronología del desastre

Doctor Li Wenliang - Getty Images

El planeta está enfrentando una crisis sanitaria global. La OMS lo catalogó como pandemia. Pero como todas las crisis, esta pudo ser evitada. El doctor Li Wenliang, recientemente fallecido, oftalmólogo del hospital de Wuhan, había advertido a sus compañeros médicos el 30 de diciembre de 2019, a través de un chat privado grupal, los peligros de un nuevo y extraño virus que estaba afectado a los pacientes, por lo que les animaba a tomar todas las precauciones necesarias a fin de evitar contagios.

El médico había observado en esos pacientes, siete para ser precisos, los síntomas de una enfermedad parecida al SARS, otro coronavirus, que surgió de un mercado ilegal de animales salvajes en 2002 y que acabó con la vida de 774 personas a nivel mundial. Era algo para no pasar por alto y la advertencia no se hizo esperar. La respuesta del gobierno chino: obligarlo a firmar una confesión donde declaraba como “comportamiento ilegal” los mensajes publicados en ese chat grupal privado.

En China, con un gobierno autoritario y censor, donde la estabilidad política está por encima de todo, no existen ni la transparencia ni la confianza y eso, según los expertos, son las bases para poder contener la propagación de nuevas enfermedades ya que ponen a disposición del público toda la información, así como la divulgación de las acciones gubernamentales y las respuestas en el tiempo preciso.

El gobierno chino muestra hoy una cara de preocupación, incluso de pánico, pero al principio no fue así. Medios oficiales del país anunciaron que en Wuhan se estaban investigando a ocho personas por “difundir rumores”. Las autoridades, sin embargo, estaban conscientes del brote. Luego que el doctor publicara los mensajes, el gobierno chino notificó a la OMS y cerró el mercado donde, se sospechaba, provenían los contagios. Pese a todo, las autoridades hicieron poco para proteger a la población.

Mientras los médicos estaban preparándose para la cuarentena, en Wuhan se celebró la reunión política anual más importante: la Asamblea Popular de la ciudad. En ella, ninguno de los altos dirigentes hizo mención alguna a la enfermedad. La Comisión Nacional de Salud de China informó que el brote era limitado y que no tenían evidencia alguna que se pudiera transmitir de humano a humano.

Para el 18 de enero, se permitió la celebración de un banquete masivo al que asistieron 40 familias. El objetivo: romper el récord de la mayor cantidad de platos servidos en un evento. Pero, dos días después, las mismas autoridades advirtieron que el virus se contagiaba entre humanos. Aun así, al día siguiente, se celebró en Wuhan un performance de danza por la celebración del Año Nuevo Lunar al que asistieron altos funcionarios públicos de la provincia de Hubei. En una reseña de un diario oficial, que fue eliminada desde entonces, señaló que los artistas estaban enfermos pero que “superaron el miedo a la neumonía, ganándose las alabanzas de los líderes”.

El desastre era ya inminente. Cuando la ciudad fue cerrada el 23 de enero, la enfermedad estaba fuera de control. 5 millones de personas se habían movilizado por toda China y por el mundo a propósito de las vacaciones del Año Nuevo chino.

El paralelismo con otro gran desastre es más que evidente: Chernobil. Allí también se puso la estabilidad política por encima de la seguridad de la población y ya sabemos cómo terminó. Hoy aún falta medir el alcance de la negligencia del gobierno chino.

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