"Gracias por salvar a mi madre", el final feliz de un trepidante rescate en el Mar Menor

Salvar vidas, se dice fácil pero sólo es posible hacerlo con horas de entrenamiento, dedicación y un punto de heroismo por parte de quien lo hace, aunque no se sea consciente de ello.
CMG
España
21.09.2017
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Pocas veces un reportaje de sucesos puede comenzar de menor manera que con el final feliz de una historia. Esta es una carta de agradecimiento por el rescate de dos mujeres y un hombre, de avanzada edad, recibido ayer mismo en la Unidad de Protección Civil del municipio murciano de San Javier:

“A los hombres de Protección Civil y Salvamento Marítimo que rescataron a mi madre en la Isla Perdiguera. El 9 de septiembre para vosotros sería un día normal, otro rescate, quizá un poco complicado, un trabajo bien hecho, y poco más. Para nuestra madre, su amiga y su amigo fue un día algo especial. Nos cuenta mi madre que pasaron mucho miedo y hasta pensaron en algún momento que de allí no salían, hasta que os vieron aparecer. Primero a Pedro y Andrei, luego un helicóptero. Gracias por llegar a tiempo. Gracias por la forma de tratarles. Gracias por los abrigos que guardan como un tesoro. Gracias por ese trabajo que tenéis que salva personas. Mi hermano, mi hermana y yo os estaremos eternamente agradecidos”.

El Mar Menor es una laguna salada, se encuentra en el Sureste Español, en la Región de Murcia. Se caracteriza por unas aguas tranquilas, muy amables. La nadadora olímpica y protagonista del clásico de Hollywood ‘Escuela de Sirenas’, Esther Willyams lo describió como “la piscina natural más grande y más bella del mundo”. Es inimaginable que en este paradisíaco lugar puedan registrarse condiciones meteorológicas adversas y potencialmente peligrosas pero lo cierto es que hay momentos en que esa maravilla natural se torna en un lugar increíble, en donde los elementos de la naturaleza pueden sorprendernos y ofrecernos momentos para la aventura, pero también para el riesgo.

El pasado sábado, 9 de Septiembre, a las once de la noche, el Teléfono Único de Emergencias ‘112’ recibía la llamada de un hombre de avanzada edad que pedía con desesperación ser auxiliado. La situación, desde luego parecía desesperada. Este hombre navegó durante la tarde por la laguna murciana a bordo de un velero de 43 pies (unos 12 metros). Iba acompañado por su esposa y una amiga de toda la vida (los tres rondan los ochenta años). A media tarde decidieron disfrutar del Mar Menor fondeando en la cara Norte de la Isla Perdiguera, uno de los promontorios ubicados en mitad de la laguna, perteneciente al municipio de San Javier.

Los planes no podían ser mejores, aprovechando la calma, pasar una noche en mitad del Mar más seguro del mundo. Pero aquella calma tan sólo anunciaba que horas después, un viento de Levante recio iba a golpear ese lado de la isla con dureza. Los tres se disponían a dormir cuando empezaron a sentir el viento y las consiguientes olas, que en este mar interior no son de muy grandes dimensiones pero no dan tregua, son constantes y agotadoras, éstas daban al costado de babor con tal fuerza que dezplazaban el velero, pese a sus grandes dimensiones; estaba situado a escasa distancia de la línea de costa de la Perdiguera, un lugar de escasa profundidad pero con rocas cortantes, bajo el agua y en tierra. El hombre trató de levar ancla desde el molinete y volver al gobierno del barco pero no le dio tiempo; el viento y el oleaje desplazaron el velero contra la isla, se abrió una vía de agua en el costado de estribor del casco y comenzó a hundirse, un metro, tras tocar fondo se escoró apoyándose en ese costado. Los tres ocupantes apenas podían sujetarse guardando un equilibrio muy precario y con escasas fuerzas. Los mismos ocupantes confesaron más tarde a sus rescatadores que creyeron que podían morir en aquella situación.

El ‘112’ movilizó al servicio de Salvamento Marítimo de Protección Civil del Ayuntamiento de San Javier, integrado por profesionales que están operativos los 365 días del año, las 24 horas y que se han convertido en el primer recurso de rescate en el Mar Menor, con estadísticas realmente espectaculares en cuanto al número de operaciones de salvamento.

A las once de la noche, Pedro Cáceres como patrón y Andrei Mihai como rescatador se hicieron a la mar a bordo de la embarcación de salvamento ‘Albufera’ una semirígida de siete metros y medio. Llegaron a las inmediaciones de la zona del siniestro con una luz muy escasa y con el temporal en su peor momento; al observar aquel velero de gran porte, con la escora tan pronunciada, temieron lo peor para sus ocupantes. Andrei se lanzó al agua para llegar al barco cuanto antes y vio como los tres ocupantes apenas podían aguantar mucho más en aquella situación. El miedo y la sorpresa se reflejaba en sus rostros. Las fuerzas de las tres víctimas no podían ser muchas. Pedro, el patrón de La Albufera, intentó ponerse al costado del velero, para intentar el rescate, pero Andrei habría tenido que manejar víctimas con escasa movilidad e incluso con lesiones de base lo que habría supuesto una maniobra extremadamente arriesgada y con tres metros de desnivel. No había posibilidad de meter en ese lugar otras embarcaciones por el peligroso fondo en un calado muy corto. Finalmente se decidió llevar la embarcación de rescate a la cara Sur de la Perdiguera, dejarla amarrada en un abrigo y que Pedro, por tierra llegara hasta el lugar del rescate. Así se hizo.

Las dificultades se incrementaban exponencialmente por hechos tan nimios como la falta de calzado de las víctimas, que evitara que sufrieran cortes por el pedregal afilado de esa zona de la isla. Andrei ya dio buena cuenta de ello cuando comprobó que se había producido cortes y erosiones en sus piernas, ni se dio cuenta hasta que comprobó como sangraban. Finalmente, con un calzado que el propio Andrei encontró dentro del barco y con su compañero Pedro, que llegó tras una caminata de treinta minutos, lograron pasar, una a una, a las víctimas hasta tierra, pero en un lugar muy crítico.

Ante la imposibilidad de otra forma de rescate, el patrón de La Albufera pidió a la Unidad de Protección Civil que movilizara un helicóptero de la Agencia Estatal de Salvamento Marítimo y de inmediato, desde su base en Valencia partió el HELIMER 206 que en unos tres cuartos de hora apareció por el cielo oscuro de la laguna murciana; el potente foco del helicóptero se convertía en el mensaje mudo más esperanzador.

Los profesionales de la Unidad de Protección Civil de ‘La Albufera’ que realizaron el rescate trasladaron -con las indicaciones del rescatador del helicóptero- a las víctimas hasta una zona elevada y segura, para la maniobra de extracción. Les fueron explicando a los tres rescatados que el helicóptero haría primero un vuelo a baja altura para reconocer la zona, que bajaría un miembro de su tripulación y que juntos iban a proceder a su elevación hasta la aeronave, en una cesta especial. Una de las víctimas le dijo a Pedro “esto parece una película de Rambo”.

Entre las víctimas había una que no pasó desapercibida, una pequeña cotorra, la mascota de la familia que no podía quedar abandonada.

Con precisión milimétrica el HELIMER 206 se posicionó en vuelo estático sobre las víctimas; el rescatador del helicóptero, Pedro y de Andrei fueron ubicando en la cesta a los tres rescatados y la mascota. Aquella aventura estaba a punto de terminar y de terminar bien, como no parecía que fuese posible apenas dos horas antes. Una vez los tres rescatados estuvieron en el HELIMER 206, éste salió hacia el aeropuerto de Alicante donde finalmente tomó tierra y las víctimas por fin pudieron descansar, una vez fueron avisados sus familiares desde la cercana Torrevieja.

Los dos profesionales de la Unidad de Protección Civil de San Javier regresaron hasta La Albufera, iban ateridos de frío porque dejaron su ropa de cobertura de trabajo a las víctimas; pero la satisfacción del trabajo bien hecho, de haber rescatado con vida a aquellas tres personas les reconfortaba de forma suficiente y así fue como regresaron a su puerto base, a las cuatro de la madrugada, en la bella localidad de Santiago de la Ribera. La satisfacción de estos dos profesionales de Protección Civil era inmensa, habían enfrentado un complicado rescate junto a los ‘compañeros mayores’ de la Agencia de Salvamento Marítimo del Estado, y es una satisfacción que se mantiene en el tiempo, especialmente cuando los hijos de los rescatados hicieron llegar ayer el mensaje emocionado de agradecimiento, ese que nos sirvió para comenzar la historia de un suceso con el final feliz de la historia.

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