Morir en Cuenca: parada en el mirador para hacer la última foto, el último vídeo

Abierta la investigación, por uno de esos casos, que parece malditamente cotidianos, con la desgracia de por medio y la suerte de que alguien, con un móvil, lo ilustra, como pocas veces.
Edurne García Ordóñez
España
09.08.2018
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Ha ocurrido en Cuenca. Un martes, 8 de agosto, a las 17:35h. A la magistrada instructora no se la cuelan: autopsia, investigación y caso abierto. A la espera de los informes rigurosos, este suceso pinta a caso de violencia machista, es más, hay un caso igual en EEUU, hace años, que tardó en resolverse, pero alcanzó la meta.

Hasta donde se sabe, una pareja, de entre 50 y 60 años, llega al mirador de Torre de Armas, en la entrada de Alarcón (Cuenca), a bordo de un vehículo, de marca Discovery, calificado como de gran cilindrada. Enfrente de esta zona, un embalse conocido como pantano de Henchideros, hay alguien que filma con su móvil la panorámica.

Una visión que se turba con el ruido que proviene de… un coche que se despeña, metros y metros en los que da vueltas de campana, hasta llegar a las aguas. Aviso a los servicios de emergencia. El Grupo Especial de Actividades Subacuáticas de la Guardia Civil (GEAS), personal del Centro Regional de Incendios y de la Confederación Hidrográfica del Júcar y medios sanitarios, horas más tarde, hallan el cuerpo sin vida de una mujer, cuya identidad, a esta hora, solo ha sido revelada a los que tienen que saberlo.

La magistrada encargada del caso ordena la autopsia del cadáver y decreta el secreto de sumario, porque la investigación de los hechos está en marcha. A su vez, los investigadores llevan a comisaría al hombre que, hasta minutos antes, ha acompañado a la víctima; pero dice, que no recuerda si el coche estaban en marcha, si tenía el freno de mano puesto; solo sabe que pararon en el mirador a hacer fotografías del paisaje. Todo puede ser.

En el interrogatorio al que le someten los agentes, durante horas, mantiene el desconcierto y la amnesia; ellos, los investigadores, no le creen; él, a lo mejor, tampoco se lo cree. La densa sospecha se hace más pesada. Podría ser que ella estuviera inconsciente o muerta a las 17:35h, con el cinturón puesto, antes de ser recuperado su cuerpo en el pantano. Podría ser que él, ajeno a la rampa de bajada donde sitúa el coche, distante de la situación que no recuerda, sepa por qué ella está muerta.

Parece un capítulo de ‘Durmiendo con su enemigo’. Parece el mismo guión, con distinto territorio, el mismo objetivo, con distintos nombres, y, siempre el no sé, no recuerdo, conjugado con lagrimillas y aspavientos, mientras ella está en el Anatómico Forense.

Es cuestión de horas, desvelar un caso de libro, donde el culpable no se va a librar. A la espera de la autopsia, de saber si hay golpe en la cabeza… o disparo, o… El reloj es implacable, para todos.

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