No es país para viejos

Tras años de letárgica hibernación, los pensionistas de este país despertaron de su profunda zozobra para volver a darse de bruces con la cruda realidad.
@SosaAsensio
España
07.03.2018
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Madrid, Valladolid, Cuenca, Valencia, Zaragoza, Córdoba, Toledo, Jaén, Sevilla, Salamanca… Tranquilos. No es lo que parece. No estoy declamando un soneto en el que nombre los destinos que posee actualmente el AVE, una cantiga en solidaridad a las provincias que han “sufrido” las famosas caminatas mañaneras de Mariano and friends– ahora Moragas las realiza en Nueva York- o una oda a las mismas que avistaron a un aguerrido y efímero Pedro Sánchez reencarnado en la figura del Cid para recuperar la confianza de sus acólitos y de paso, la secretaría general de su partido. Simplemente estoy citando algunas de las muchas localidades en las que se han llevado a cabo manifestaciones organizadas por los pensionistas a través de sus distintas plataformas secundadas por los sindicatos de la UGT y CCOO para protestar por el exiguo y risible incremento del 0,25% de sus retribuciones mensuales, reclamar una revalorización automática de las pensiones como las existentes antes de 2013 -conforme a la subida del IPC– y fijar un factor de sostenibilidad diferente al presente.

Tras años de letárgica hibernación, los pensionistas de este país despertaron de su profunda zozobra para volver a darse de bruces con la cruda realidad. El pasado mes de enero, todos y cada uno de ellos, incluidos jubilados por edad, incapacidad y/o viudedad, recibieron una misiva proveniente del Ministerio de Empleo y Seguridad Social en la cual se les notificaba que iban a ser “recompensados” con una subida del 0,25% en su nómina mensual. Y además, la propia ministra Fátima Báñez les revelaba su más sincero agradecimiento y estima por haber sido partícipes de la recuperación económica de España. ¡Caray! Imagino que la alegría y la satisfacción causadas deben ser casi incomparables. Es decir, si la cuantía de la pensión media actual es de 932,29 euros, la cuota de aumento impuesta por el Gobierno equivaldría a 2,3 euros. Para invitar a Celia Villalobos a un Gin Tonic en el bar del Congreso y debatir el tema.

El problema radica en que el incremento del valor de las pensiones no llega a equipararse, ni de lejos, con el nivel de vida actual. El IPC cerró el 2017 con una subida del 1,1% en su tasa de variación anual. El precio de la vivienda-1,3%-, de los alimentos-1,7%-, de los medicamentos-0,4%- o del transporte -1,9%- asciende notablemente. Los salarios de los jubilados, no. Y con esto, 5 millones de pensionistas sobreviven a día de hoy en el umbral de la pobreza y 9 millones de ellos han visto deteriorado su poder adquisitivo.

En tiempos de crisis, los yayos se han erigido- o se erigen- como los principales sustentadores económicos de una gran parte de núcleos familiares. Llegar a subsistir, un grupo de 4 ó 5 miembros, con casi 900 euros al mes no es arte de magia. Es producto del ingenio, de la determinación y del coraje.

Aún así, todavía podríamos vislumbrar peores casos. Un pensionista por incapacidad permanente total derivada de enfermedad menor de 60 años percibe 397,60 euros si presenta cónyuge a cargo. Un pensionista por viudedad con cargas familiares recibe 739,40 euros. Queda dicho.

De la misma forma, conviene señalar que el origen de dicha problemática proviene de tiempos en los que Zapatero gobernaba España. El líder socialista congeló la cuantía de las pensiones y aumentó la edad de jubilación progresivamente de 65 a 67 años. Pero también emigró de La Moncloa cuando habían 66.815 millones de euros en la renombrada hucha de las pensiones. Hoy la misma está prácticamente “pelada”. Luego, el Partido Popular se encargó de magnificar la obra: en 2013, desvinculó la subida de las pensiones conforme al incremento anual del IPC y puso en marcha el llamado factor de sostenibilidad por el que a partir del año que viene la suma inicial quedará ligada a la esperanza de vida.

El PP reiteraba una y otra vez que eran momentos de recesión económica. Que hacían lo que tenían que hacer. Ahora se jactan de afirmar que la crisis es un enemigo del pasado. Sin embargo, sólo Montoro ha salido a la palestra para prometer una nueva ofrenda: una prima fiscal para las personas de más edad. Y punto.

Así, no llegan a entrever algo muy sencillo: si no son capaces de generar empleo de calidad que permita afiliar más trabajadores a la Seguridad Social o mejorar las condiciones laborales de los ya inmersos en ella, las cotizaciones serán insuficientes para solventar el pago de las pensiones. Por lo tanto, habrá que recurrir a incrementos de impuestos de aquí y de allá si se quiere subir la cuantía de las mismas. Cada vez más coexiste un mayor número de personas de la tercera edad. Y no tantos cotizantes para hacer frente a sus emolumentos mensuales.

Mientras tanto, la barca azulada del PP navega sin rumbo fijo por el piélago de la política nacional. Ahora mismo, es un gigante con pies de barro. Pero ahí se mantiene, porque tampoco existe una oposición que sea capaz de hacerles tambalear. Cuando se les presenta una oportunidad de oro para poner contra las cuerdas al actual Gobierno, se dedican a recitar cantos de sirena y pronunciar lo que los pensionistas quieren escuchar: equiparar sus salarios a la subida del IPC. El PSOE le suma un impuesto a la banca, Podemos le añade derogar el actual factor de sostenibilidad y Ciudadanos que se respeten sus propuestas sociales en los Presupuestos Generales de este año. La oportunidad la pintan calva para dar un golpe sobre la mesa. Pero, como casi siempre, han andado más rápido que ellos. Mariano Rajoy, con su montera y su capote, ha pedido saltar al ruedo y comparecer voluntariamente en el Congreso para explicar la situación actual de las pensiones. De momento, Mariano recalca que las pensiones públicas están garantizadas, pero nos recomienda abrir un plan de pensiones privados. No es país para viejos.

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