En mi país, Venezuela, se vive hace años una situación totalmente crítica. Tanto, que cuando cuento en España lo que pasa allá creen que los estoy engañando. Por ejemplo, hace poco me llegó un correo desde Venezuela, en el que me preguntaban si todavía trabajaba con Redes Sociales porque este contacto que no sabía que yo había partido del país estaba interesado en mis servicios. Cuando recibí esta propuesta estaba con una amiga española, quien me sugirió que lo aceptara, lo llevara a distancia y así ganaba un extra de dinero. Cuando le expliqué acerca de la diferencia monetaria por la gigantesca devaluación de nuestra moneda y acerca del control cambiario que sufrimos desde hace más de una década, a mi amiga le pareció totalmente increíble, en su cara noté que nuestra realidad se escapa de su concepción de lo posible.
Cuando me preguntan si volverá mi familia a visitarme pronto, ya que mis padres tuvieron la fortuna de poder venir a verme un año después de que me vine, y les explico que resulta casi imposible hacerlo ahora por el aumento desproporcionado de los pasajes aéreos y les explico que para comprar un pasaje ida y vuelta Caracas-Madrid-Caracas hace falta juntar el aproximado de 50 salarios mínimos. Se los traduzco para que lo vean más claro: Ya que el salario mínimo español es de 645 euros, imaginen que el billete aéreo para Venezuela cueste unos 35 mil euros y que vosotros tuviesen a su familia en Caracas.
¿Por qué o cómo ocurre esto en un país petrolero? Porque al gobierno venezolano le quedaría mejor el nombre de desgobierno. Nicolás Maduro, “el hijo de Chávez”, como se describe en su perfil de Twitter, estimo que debe pasar a la historia como el peor de los presidentes venezolanos, ya que en su periodo han reinado el caos y la represión armada.
Los venezolanos no debemos acostumbrarnos más a vivir entre tanta tragedia.
Tenemos grandes problemas económicos, sufrimos una crisis de seguridad pública que es el conflicto más grave que atravesamos porque no podemos ni salir a la calle sin miedo porque roban y asesinan por doquier, padecemos de grandes diferencias de clase, la mayoría de las instituciones están corrompidas, los poderosos actúan sin escrúpulos, y un largo etcétera; y los representantes del poder siguen abordando todo esto desde una promesa populista enmarcada en un afán de venganza en contra de los que llaman oligarcas, cuando cínicamente los que tienen dinero y poder en Venezuela desde hace casi dos décadas son ellos. Ellos son quienes han secuestraron todos los poderes y siguen jugando a la negación de la mayoría de la población de Venezuela; y para colmo de males declaran que Venezuela está mejor que nunca.
Cuando salí de mi país, ya me parecía estar viviendo en el Día de la Marmota entre tantas marchas y contramarchas en un país que no marcha. El Madurismo chavista debe ceder de una vez por todas. Piensen que todos los venezolanos en Venezuela arriesgan día a día su vida, su tiempo, sus recursos y la dignidad.
La comunidad internacional tiene la oportunidad con el caso venezolano de comenzar a tomar medidas que demuestren que sí hay conciencia y sensibilidad en relación a los problemas que atentan contra los principios básicos de convivencia en un mundo globalizado. Situaciones terriblemente injustas como las egipcias, sirianas, hondureñas, vietnamitas, cubanas, estadounidenses y demás… a mi entender son situaciones mundiales, que a todos nos competen como ciudadanos de este planeta en el que tal vez la única respuesta sana posible consiste en cuidar al vecino como si fuera miembro de nuestra familia.
Daniel Duque
@danielduque21
