Pedro Sánchez y la reconstrucción

Son 44,58 minutos de entrevista, en los que no ha cabido “la herencia recibida”, ni “democracia”, ni acusación alguna sobre el pasado. Es una conversación tranquila.
Edurne García Ordóñez
España
23.07.2018
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Se llama Pedro Sánchez y es el Presidente del Gobierno. Durante casi una hora responde al director y a la subdirectora de eldiario.es, Ignacio Escolar y Neus Tomàs, sobre todo aquello que le plantean. Habla con calma, controla el gesto y, al final, se ríe. Habla; sí, sabe hablar; insólito, indistintamente de estar de acuerdo o en desacuerdo, da gusto escucharle, es que, habla…; escucha las preguntas y responde: sí! ¿Pero, con quién hemos estado los últimos 8 años?, ¿a qué tortura hemos sido sometidos, para invertir nuestro tiempo y esfuerzo en luchar por lo justo y evidente?, ¿han cometido contra nosotros un delito de lesa humanidad?

Durante casi una década, esencial, hemos estado abocados a pelear sin recursos contra el despido; a subsistir con un ridículo subsidio, a defender el techo y las lentejas día a día, a caer rendidos y sin amparo, al ‘venga usted mañana’, a una sanidad en precario, una educación maleducada y a llegar a casa con los nervios destrozados de impotencia y, entonces, hay que conciliar el descanso con la cabalgata que protagonizan los mangantes, esos que nos han robado 125 millones (o más) y hablan de democracia.

Son 44,58 minutos de entrevista, y yo, quiero más; porque, si me despiertas del letargo, quiero todo lo que me han quitado; quiero mis derechos y libertades, dejar de tener miedo; quiero la reconstrucción de este páramo; el sentido común, el trabajo responsable, reconocer los errores, vivir el presente y crear futuro, apoyar a quien lo hace bien y sacar del mismo saco a quien no lo hace; y quiero volver a mi país.

Un país que ha perdido los tres sectores de los que vivíamos: agricultura, pesca y ganadería (al garete); industria sólida (desmantelada); servicios, capaces de reunir al mayor número de licenciados y bien formados académicamente, para hacer camas y poner cafés, por cuatro perras. Una Península con 2 archipiélagos que no tiene dónde echar las redes, y cuyos mares se han convertido en el portón de entrada de droga y mafias; una industria desmantelada, descapitalizada por los cuatreros y vendida y revendida a precio de saldo; y un turismo hecho para que unos cuantos se froten las manos llenas de beneficios, con el desprecio a sus trabajadores por bandera (democrática).

Pues, al lío; al trabajo con alegría; jornada a jornada y sin pausa. “Y, la Iglesia?”. Eso está en el minuto 47.

 

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