En los últimos meses, uno de los temas más tratados a nivel mediático ha sido la decisión de Antoine Griezmann sobre quedarse en el Atlético de Madrid o marcharse al F.C. Barcelona. La prensa deportiva tratamos de dilucidar el pensamiento del francés y cada movimiento de la operación contractual que, dependiendo del día y las nuevas informaciones, situaban al jugador más cerca de la doctrina culé que decidido a continuar en las filas rojiblancas. Eso dio lugar a debates sustentados en falsas informaciones cuyas fuentes procedían de pálpitos sobre si “se va o se queda”; a veces, edulcorados con exiguas "verdades" que se han ido filtrando sobre el asunto. Aunque, en realidad, nadie teníamos ni idea de lo que rondaba por la cabeza del galo. Y es él, y sólo él, el que ha tenido el poder para contarlo cuándo y cómo le ha venido en gana. Algo completamente lógico y conveniente si no fuera porque, alentado por la incertidumbre que provocaba el tema, Antoine ha aprovechado para monetizarlo a través de una pieza audiovisual, entendiendo con ello que su mensaje era tan trascendental que necesitaba anunciarse por medio de un burdo show televisivo, sin precedentes en España, en el cual se relata el fastuoso día a día del futbolista y su inquietud a la hora de tomar una decisión promovida por sus propios intereses económicos y deportivos. Y así se nos presenta al estilo reality cómo Griezmann meditaba el lugar en el que iba a conseguir alcanzar más éxitos. Y entre medias, dos clubes luchando por ser el mejor postor.
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En una época en la que se valora enormemente la exhibición y transparencia, el docureality puede parecer un ejemplo de ellas; y, a su vez, una manera de acercar a una estrella del deporte a su gente, a aquella que lo sigue cada partido y corea su nombre. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Precisamente el testimonio audiovisual cumple la función de alejarlo aún más de sus seguidores, hasta el punto de sentir el enfado lógico de ver que la única preocupación de su jugador estrella es la de conseguir más éxitos personales -"Al Atleti le falta algo para que yo pueda triunfar", alega- y alimentar su cuenta bancaria con unos cuantos millones más. Y todo eso rodeado de una lujosa mansión, jornadas de hípica y paseos en coches de alta gama. Y mientras, una afición, la atlética, esperando a poder seguir luciendo con orgullo el nombre de ‘Griezmann’ en la espalda de la camiseta que hace cuatro temporadas -cuando llegó de la Real Sociedad- compraron por 80 euros en una de las tiendas oficiales del club. Todo esto se sobreentiende y se conoce, pero se convierte en insultante cuando se muestra con fines lucrativos, se comercializa con el sentimiento de la gente y, encima, pretende recibir el aplauso por elegir seguir desplegando su calidad en el Atleti.
Al final, ‘La decisión’ se ha convertido en un esperpento mediático, lo que no quita que sea un show televisivo que conquiste audiencias mediante un innovador formato creado para captar al público masivo. Y, además, con el aliciente de que detrás de dicha producción se encuentra Gerard Piqué, paradójicamente un futbolista de una de las partes implicadas en el asunto que en todo momento ha sido testigo de las idas y venidas del francés. Lo que significa que no le ha importado en absoluto dejar retratado a Bartomeu, su propio presidente, siguiendo al minuto unas negociaciones que sabía que no iban a terminar por transformar al rojiblanco en azulgrana.
Tristemente, detrás de la ostentosidad de Griezmann se esconde un joven de 27 años que, bajo una cortina de egolatría que nubla su vista, no parece haber entendido que el Atlético de Madrid es mucho más grande que él y que cualquier otro jugador. Que no se hundiría si se marcha. Que el club ha dado mucho más por él que él por el club. Que lo rojiblanco no entiende de cifras. Que su silencio e indecisión es una irrespetuosidad para los colchoneros que lo adoran. Demostrando que los colores que luce hoy, pueden ser otros mañana. Griezmann se queda, la pregunta es, ¿hasta cuándo?
