Con un presupuesto de 50 millones de dólares, el show que monta cada año la firma de ropa interior femenina supera con creces los presupuestos de muchas ciudades modestas del mundo. Pero su inversión siempre les sale rentable, pues no hacen tal espectáculo como una vanidad más del marketing grandilocuente. Ni mucho menos, elegir China y su “exótica” ciudad de Shanghái está más que pensado. La lencería es uno de los segmentos de la moda con más crecimiento en el mercado chino. Abordar un mercado de centenares de millones de posibles compradores, con poder adquisitivo creciente, es el objetivo de la firma.
La empresa matriz, el Mintel Group, asegura que alcanzó los 17 billones de dólares en 2015 y Victoria’s Secret ya ha abierto este año dos tiendas insignia en China. Cifras increíbles, que marean. Así que no es de extrañar todo ese boato y esa desbordante y sensual espectacularidad, seguida de “rituales” que cada año llegan al “culto” de la imagen femenina. Por ejemplo, de las 60 chicas que aparecen en pasarela, solo 15 tienen el prestigio de llevar las codiciadas alas. Son las “elegidas” para ese Olimpo de la belleza, patrocinado por Victoria’s Secret.
Es precisamente ese “culto” a una determinada idea de la belleza femenina lo más criticado del desfile de ángeles Victoria’s Secret. El uso de modelos tan estilizadas es cuestionado, la gran mayoría de las mujeres no tienen esas medidas y esas tallas. En otros aspectos, como el tema multicultural y el racismo sí es abordado por la firma, contando siempre con modelos de diversas razas; pero en la cuestión de las hechuras de las modelos, la famosa marca de ropa interior no cede.
[Sumario]
Blanca Padilla ha sido la aportación española a este desfile tan esperado cada año. Su carrera va viento en popa, no solo por las alas de los ángeles de Victoria’s Secret. Blanca es la nueva imagen de la campaña de belleza otoño/invierno de Givenchy y se confirma que será, desde enero 2018, embajadora de Givenchy Beauty.
