Ya no hay madres como las de antes

¿Por qué hacemos de lo evidente algo grandioso? Parece que ahora ser madre es un acto heroico.
HERRAIZ
España
20.02.2017
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Vaya por delante que ahora las mujeres se ven obligadas a si o si trabajar y eso no nos deja mucho espacio para ser madrazas. Y digo obligadas, porque hoy en día con un sueldo no se va a ningún lado y esa es la verdad. Que sí, que todas somos muy modernas y “nos encanta” eso de sentirnos realizadas a base de contratos más o menos basuras, pero vamos que si quisiéramos ser amas de casa lo tendríamos muy difícil.
¿Ya no hay madres como las de antes? Pocas, alguna habrá, pero lo que se lleva ahora es eso de ser sinceras y decir lo terrible y cansado que es ser madres. Mostrar las ojeras como si fuesen heridas de guerra y tapar las estrías como si fuesen algo vergonzoso.

¿Qué es cansado? Claro, y el agua moja y el fuego quema. ¿Por qué hacemos de lo evidente algo grandioso? Parece que ahora ser madre es un acto heroico, algo de agradecer y aplaudir como si fuésemos diosas con un poder único.

Espero no herir sensibilidades al decir que: las cerdas paren, las ratas paren, las perras paren, las elefantas paren a lo grande, todas ellas crían a sus hijos sin sacaleches, calientabiberones, doudous, esterilizadores y demás parafernalia absurda y van por el mundo tan pichis.

Estamos hechas para eso y llevamos pariendo y criando siglos y siglos ¿Por qué se empeñan ahora en darle esa relevancia presuntuosa? ¿Por qué parece que eres menos feminista si no vas por ahí lloriqueando estilo Samantha Villar?

“He perdido calidad de vida”. Mi abuela, como supongo que las de la mayoría, crió muchos más hijos de lo que hoy sería normal, 4 en total y nunca en su vida dijo una cosa así, ni se le pasó por la cabeza y por supuesto mucho menos lo hubiese dicho en público por respeto a su familia.

Les invito a pensar dos segundos ¿Y sus abuelas? Seguro que tuvieron 5 o 6 hijos, pero… ¿A que no se la imaginan quejándose así? Y lo tenían más difícil en esos tiempos, pero había otra cultura: la del esfuerzo, la del “que no se diga que no soy capaz”.

[Sumario]

Mi madre, como lo hizo la suya entonces siempre decía “si esa puede yo no voy a ser menos”. Ahora sería algo así como “si esa está mal, yo peor”.

Entonces se tenía mucha más capacidad de sacrificio y se sabía separar mejor las etapas de la vida.

Hace poco una amiga de 27 años me dijo que si se quedase embarazada ahora “se le rompería la vida”, me dejó a cuadros ¿En serio? ¿Pero qué te crees que eres, una teen de 15 años?

Seguimos aferrándonos a una juventud que ya hace años que se tenía que haber ido y cuando llegamos a la maternidad lo hacemos con unos años de más y un cansancio que nos pesa demasiado y que pronto se la atribuimos a la criatura. Pero vamos a ver ¿Cómo no vas a estar cansada si estás siendo madre primeriza a los 40 años?

“Cada cosa tiene su tiempo”, otra enseñanza que se está perdiendo.

Sé que mis palabras pueden sonar muy fuertes pero no tanto como el hecho de que uno de los libros más vendidos sobre crianza sea uno que dice que lo mejor para dormir a tu hijo es dejar que llore sólo en su habitación.

Tal cual. Lo peor de todo es que hay miles de parejas que siguen esta pauta bajo la premisa de que son técnicas modernas cuando en realidad no es otra cosa que el egoísmo de toda la vida pero bien disfrazado.

¿Para eso tienes un hijo? ¿Para cuando estás cansada dejarlo en una habitación llorando? Menos mal que lo pone en un libro y no se te ha ocurrido a ti sola, sino alguien podría decirte que es un gesto inhumano y cruel.

En esos momentos, falta alguien que les recuerde a todas esas parejas que nadie les ha obligado a traer un niño a este mundo.

Si ha sido una elección libre, y en todos los casos debería serlo, no se puede renunciar cuando la cosa se ponga difícil.

Es curioso cómo ahora, que por suerte el mundo se está concienciando acerca de los derechos de los animales, nos parece horrible dejar a un perro encerrado y ladrando y nos resulta muy moderno dejar a un bebé llorando sólo en su habitación. I don’t understand.

Mi madre sólo nos dejaba llorar cuando ya de mayores no nos consentía algún capricho y por mucho que pataleásemos sólo obteníamos un “si lloras, menos meas”, que nos hacía parar y darnos cuenta que la causa estaba pérdida.

Lo dicho, ya no hay madres como las de antes.

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