Peter Sagan, Nairo Quintana, Esteban Chaves, Fabio Aru, Thibaut Pinot…y Omar Fraile. En el mundo del ciclismo, los nacidos en 1990 tienen un rasgo en común: su gen ganador. Lo ocurrido el mes pasado en las carreteras de Lieja no fue un espejismo, sino una premonición. En ‘La Decana’, atacó a falta de kilómetro y medio para llegar a meta, codeándose con los favoritos. Ese es precisamente el principal aval del corredor vizcaíno, su valentía. Siempre atento a las fugas, siempre da la cara.
Etapa de media montaña que partía de Ponte a Ema, localidad natal de Gino Bartali. Integrado en una escapada de veinticinco corredores de altísimo nivel, Omar fue el que más lo intentó. Primero con Mikel Landa, luego con Pierre Rolland. En los últimos kilómetros, formaron un cuarteto de lujo con Kangert y Rui Costa. Mal cliente el portugués. Pero ayer el ciclismo fue justo. Sprint y merecida victoria para Fraile. En la meta, euforia contenida y su eterna sonrisa. Mesura en la celebración.
Finalizado 2015, y después de una gran temporada en el Caja Rural, con triunfos en el Giro de los Apeninos, una etapa en los Cuatro Días de Dunkerque, y la montaña en la Vuelta, barajó las ofertas que tenía encima de la mesa y optó por un destino que se hubiese considerado exótico en otros tiempos, pero no en la era del ciclismo global: el Dimension Data sudafricano. El salto a la élite. Un equipo World Tour que le proporcionaba estabilidad profesional y económica.
Desde que se conoció el recorrido del Giro, tenía esta etapa marcada. Su compañero de habitación, Igor Antón, le había mentalizado. Otra vez en los Apeninos. Con esta victoria, el fichaje de Fraile queda más que rentabilizado. El 31 de diciembre termina su contrato, y ‘novias’ no le van a faltar. Es el premio al ciclismo ‘de antes’ que ejerce Omar. “Cuando empiezas abajo, en equipos continentales, valoras más tu profesión y agradeces lo que tienes”. Es la humildad del hombre tranquilo.
